12 diciembre 2007

Últimas tardes en Santiago - Día 15

Nos amaneció en Calama, listos y prestos a tomar el avión hacia Santiago. Ninguna novedad en la llegada, la reentrada en el Hotel Vegas y la primera preparación de distribución de equipaje tras haber ido hacia el norte con una única maleta.

Se nos hizo la hora de comer y de ir a la última visita turística del viaje (suponemos): El Museo Chileno de Arte Precolombino. Lo de comer fue aquello de pillar camino al Museo lo que hiciera mejor pinta... Y en esas nos aparece el Bar Nacional 2 (nada que ver con la carretera), lleno a rebosar pero con ninguno con pinta de guiri a la vista. Esa es la nuestra. Metemos a la bessona dentro y el camarero ya nos reserva una mesita para dos entre un montón de gente comiendo mucho y bien. En eso que nos dice el plato del día y nos echamos a reir: Paella Valenciana. Los de al lado se han pedido una y mala pinta no hacía, sobre todo el marisco. Nosotros hemos tirado por lo tradicional del país (el suyo): Pastel de choclo y Pastel de jaiba , con una buena cerveza de schop y helado y café expresso.

Despues, la visita al museo. Interesante para fijar pueblos precolombinos, aunque inesperado el tratamiento tan global del tema sin centrarse en el propio país. Eso lo echamos de menos.

Y finalmente, La Piojera: Nos lo recomendaron los amigos del Tour del Tatio, que era imprescindible. Como la bessona lo había también visto en la Lonely que está en los cielos, hacia allí que nos hemos ido a probar una de las especialidades de la casa: El Terremoto. Esta bebida está inspirada en los no menos clásicos Cuervo con Sorbete o Coca-Cola con helado de vainilla. La combinación, en este caso, resultó ser de vino blanco, alguna otra bebidilla y helado: ¿de limón? la receta me dice que de pinña o ananá... ¿Qué quereis que os diga? Pues que también entra!!!!


El local, por supuesto recomendable, y la bebida, da para hablar de lo divino y de lo humano, de arreglar países y de planificar lo que se prepara de vuelta a casa.


Ahora, con las maletas ya a punto, es cuestión de apurar un par de horas de la mañana, de desayunar sin tener que salir corriendo, y de lanzarnos a la última aventura del viaje: la vuelta.

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