21 octubre 2008

Remember Honduras: Un ángel español que ampara a los capitalinos

Es tarde, pero este tiempo es de los mejores aprovechados. Tengo este peródico como referencia para no olvidar Honduras en Internet, pero como el tiempo se lo come todo, ha pasado por desgracia a ser otro de los links pendientes.

Hoy me da igual claparme mañana o lo que me pueda caer desde algún teléfono, mesa de reunión o mail de marras... La vida no es eso, aunque muchos así lo quieran. Empieza después.

El padre Patricio Larrosa, un hondureño de corazón que desde 1992 ayuda a los más pobres. Su legado: 16 escuelas y 110 viviendas

Tegucigalpa , Honduras.

Nancy Nieto Raudales llegó, como muchos, a tocar el portón de la iglesia San Juan Evangelista para obtener alguna ayuda.

Días antes se había dado cuenta de que en el templo religioso, ubicado en la colonia Monterrey, había un sacerdote extranjero que ayudaba a los niños con sus materiales educativos.

El artífice de estas ayudas se llama Patricio Larrosa Martos, un sacerdote de origen español que en 1992 fundó la Asociación Colaboración y Esfuerzo (Acoes), de la que hoy, 16 años después, Nancy es la encargada de la administración de más de 30 proyectos.

Sí, la puerta que la joven tocó en aquel entonces le ha ayudado a crecer profesionalmente, y sigue preparándose con una licenciatura en inglés que estudia en la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán.

Una chispa divina

Originario del pequeño pueblo de Güevéjar, de la provincia de Granada, en el sur de España, de padres campesinos agricultores, respondió al llamado de Dios a la edad de 11 años e ingresó al seminario para convertirse en sacerdote.

“Como somos un pueblo muy religioso, siempre tuve la intención de ayudar a los demás, siguiendo los pasos de Jesús”, comenta.

El padre Patricio Larrosa llegó a Honduras en 1992 para encargarse de la parroquia San José Obrero, de la colonia El Pedregal, por un período de cinco años.

Con 16 años de estar en el país, ya se considera hondureño y está seguro de que ni con todo el apoyo que le brinda a este pueblo podrá pagar todo lo que la gente catracha le ha dado.

“Honduras es mi familia, sigo en deuda y, entre más años pasen, más será mi deuda”, comenta entre sonrisas. El padre Patricio se caracteriza por ser un hombre alegre, amable y divertido.

“En mis celebraciones eucarísticas encontré a gente hondureña que deseaba colaborar con los hermanos de la iglesia que lo necesitan. Viendo la situación de pobreza, en algunas colonias comenzamos a atender a la gente”, recuerda.

Esos cinco años ya se han alargado a 16 y desde entonces ha apostado por ayudar a la población de las colonias marginales de la ciudad.

Solo en el área de educación ya se ha logrado construir dos centros escolares en la capital: la escuela Santa Clara en la colonia Ramón Amaya Amador y la escuela Santa Teresa en la Nueva Capital. Además de 14 centros infantiles en las zonas de San Isidro, La Popular, Rivera de Las Vegas, Betania y Nora de Melgar -todas en la ciudad-, y otros en Lepaterique, Comayagua, Texíguat, El Paraíso, Copán, Lempira y La Paz.

Todos estos proyectos educativos cuentan con sus respectivos maestros, están legalmente reconocidos por la Secretaría de Educación y entregan certificados de estudios a sus alumnos.
Lo más importante: todos los centros son gratuitos y privados, es decir que se seleccionan los niños para darles la oportunidad de estudio a los que realmente tienen mayor dificultades económicas.

Los voluntarios

Igual que Nancy, existen al menos 100 jóvenes más que, junto al padre Patricio, dedican parte de su tiempo a la loable labor de ayudar al prójimo y, de forma gratuita, organizan y desarrollan proyectos de viviendas, salud, alimentación, educación y hasta de ejemplares nietos para con los ancianos de las comunidades hasta donde llega la ayuda de Acoes.

A ellos se suman unas 150 personas más que se involucran en los proyectos de la fundación.
Como en los bancos y en las instituciones públicas necesitan de personería jurídica para avalar su labor social, se le ocurrió -con el grupo de jóvenes que trabajan a su lado- crear la fundación Acoes.

Y es que la labor del padre Patricio al ayudar a otros ha tocado tanto a sus voluntarios que, por ejemplo, a Nancy se le presentó una oferta insuperable de trabajo, la que se negó a aceptar por seguir los pasos de Jesús... servir a los que menos tienen.

“Realicé mi práctica profesional con la Cruz Roja Española y les agradó mi desempeño y me ofrecieron un buen salario para que laborara con ellos, pero con Acoes estoy creciendo como persona y como profesional.

Además, la parte espiritual, humana y emocional que esta aquí difícilmente la encontraré en otro lugar”, destacó la joven.

Los beneficiados

“Conozco al padre Patricio desde hace mucho tiempo y me parece que su labor no es otra cosa que una obra divina, su bondad no conoce fronteras”, exaltó Juana Salinas, una madre beneficiada de la Monterrey.

Y es que un total de nueve mil niños son beneficiados con las escuelas, centros infantiles, guarderías y casas de estudiantes que la fundación ha ejecutado en sus 16 años de presencia en el país.

La ayuda en esta área consiste más que todo en proporcionar todas las herramientas educativas a los niños, desde útiles escolares, mochilas, uniformes y zapatos hasta alimentación, a fin de que los padres no sientan el gasto de que sus hijos estudian.

“Vemos que al comienzo de sus clases es cuando más se gasta y por eso les damos todo lo necesario y así ese fuerte golpe de comenzar las clases se mitiga un poco para las familias”, destacó el sacerdote.

Y es que toda la ayuda que reciben los capitalinos se canaliza desde muchas provincias de España. Para el caso, miles de personas particulares se han organizado en sus pueblos para juntar alimentos, ropa y medicamentos que luego envían al país para esta noble causa.

El esfuerzo de estos españoles ha contagiado a varias instituciones, como la Fundación del Valle, la Fundación Codespa y la Agencia Española de Cooperación Internacional, y actualmente se ha unido la Junta de la Comunidad de Castilla la Mancha y la Junta de Andalucía.

Pero estas ayudas no serían posibles sin la inspiración que el padre Patricio despierta en las personas y que sin duda le ha hecho ganarse el cariño de centenares de capitalinos.
Nancy es una de mis debilidades hondureñas. Dentro del mismo saco en el que podemos encontrar a Jaime, a Dennis, a Marvin, y a otros muchos. Me sacó el mote de McGyver porque tuve la potra de arreglar una impresora que no había abierto en mi vida, pero más allá de esta anécdota, me causó una enorme admiración por su trabajo, su determinación y su amor a Honduras, a su gente, y a la causa que este artículo describe.
Me despedí de ellos con la promesa que volvería para verles, pero en Honduras, no en Miami o Nueva York, donde por su calidad humana y profesional no tendrían problema alguno, sino en su Honduras y trabajando para su gente. Han pasado ya unos años y Nancy sigue allí, al pie del cañón, como Jaime y tantos otros. Un ejemplo para muchos. Para mi, el primero.
Han pasado por España y tuve la ocasión de verles por unos minutos. Ahora la pelota está en mi tejado y, a pesar de que con Catratxhos tratamos de seguir conectados con aquella realidad, tengo pendiente volver y ver que se sigue trabajando y mantener la esperanza de que gente como Nancy acaben siendo la auténtica realidad catracha.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué decir de Patricio que no sepan quiénes le conocen como tú: una bellísima persona. un trabajador incansable (con jornadas de 6 de la mañana a las tantas de la madrugada) arriba y abajo, ahora recogiendo gente en su pick-up, subiendo a la escuela, saludando a todos con buen humor, escuchando sus problemas, ayudando de mil modos... sobre todo entusiasmando a niños y jóvenes con el estudio y la ayuda al prójimo... Sirva Nancy como ejemplo (y de los mejores).
Por todo eso queremos tanto a Patricio y también por eso (y algún que otro motivo más, cada uno los suyos)tenemos un cachito de nuestro corazoncito en Honduras.
¡Gracias por el post Jucasel! Y por recordarnos lo que realmente importa.
Un abrazo,