24 enero 2017

#ComentarioDeTexto - Silbar a los tuyos o cuando todos los mimbres pueden ser útiles.

NOTA PREVIA: Este es el post del dia 24, pero se quedó a medias....

Jordi Molas no necesita presentación en este blog. De las muchas cosas que compartimos, puede que esta sea la más sentimental.


Creo que nunca antes había hablado de fútbol en este blog. Es un deporte que me apasiona pero al que le doy una importancia relativa excepto cuando lo que ocurre a su alrededor puede extrapolarse a nuestra vida diaria. Entonces, el fútbol como reflejo de nosotros mismos, pasa a interesarme mucho.
Soy del RCDEspanyol. Una anomalía como otra cualquiera. Un equipo pequeño, luchador habituado a vivir en el susto permanente e instalado, habitualmente, a un paso del precipicio. El RCDE a menudo se presenta, y con acierto, como una alegoría de la aldea gala de Asterix y Obélix.

Te has olvidado del tránsito por la cornisa que decía Brindisi. Sea como fuere, somos pericos, la mejor gente que hay.

Recientemente, uno de los jugadores del RCDE fue silbado por su (nuestra) afición. Se le acusa de “desganado, poca sangre, sin implicación”. Muchos dicen que, simplemente, es malo y que no da más de sí. En el último partido, la bronca que este jugador se llevó por parte de la grada fue bastante intensa. Cuando faltaban pocos segundos para entrar al campo sustituyendo a otro jugador empezaron los silbidos y continuaron cada vez que tocaba la pelota.

Hay que decir que un porcentaje de los silbidos venian porque QSF decidió ese cambio y no el de Melendo.

Bien. Hasta aquí los hechos. Vayamos a las conclusiones.
Imaginad por un momento que en vuestra empresa tenéis un jefe que siempre que tomáis una decisión os humilla delante de vuestros compañeros. Una de sus frases habituales es “tú no tienes ni idea” o “qué malo eres”.
Un día lo acorralas en la máquina del café y le dices: “oye, ya vale ¿no? Deja de humillarme en público. Hago lo que sé y lo que puedo. Nunca me he quejado. No soy motivo de mal rollo ni te monto broncas. Respétame”.
Sigamos. Imaginad que vuestro jefe os responde: “He tenido mucha paciencia contigo. Te echaría pero ahora no puedo. Además, ¿de qué te quejas? Cobras tu salario ¿no? Y además es un buen salario. O sea que apechuga con mis palos”.
Termino. ¿Cuál creéis que sería vuestro ánimo? Vuestra aportación a la empresa y a vuestros compañeros ¿sería la mejor?
O dicho de otra manera ¿creéis que, con esas broncas y humillaciones del jefe, vuestros resultados serían mejores?
A esta última pregunta seré rotundo: No, los resultados no serían mejores. Tener a un empleado humillado en el equipo es una de las peores cosas que le pueden pasar a una empresa.

Cierto, pero siempre puedes hacer un arrebato de orgullo de empleado y darle la vuelta y callar bocas. Eso siempre que te den la oportunidad. Puede que luego no la aproveches ni esta ni las n anteriores. Puede que Salva Sevillla le haya pasado algo de esto. 

Es una cosa que he podido comprobar de primera mano en la educación de los chavales: hay que exigirles siempre, pero nunca humillarlos… y mucho menos en público. Y hay que reconocerles los que hacen bien. Y ser tolerantes con el error si, tras su acto, ha existido realmente rectitud de intenciones.

Eso sirve con los niños cuando haces de entrenador de fútbol en los equipos y categorías que a mi me habían tocado, pero abajo ya lo dices....

Alguien podrá responder, y no sin razón, “ya es mayorcito para irle con paños calientes”. Pero permitidme que vuelva al ejemplo de la empresa. Y en este caso me pondré contaré una experiencia personal.
A principios del nuevo siglo participé en una de las startups tecnológicas más importantes de este país. Mis jefes -Quim y Antonio- fueron dos de los tipos más duros y exigentes que he conocido jamás. Pero nunca-nunca-nunca tuvieron un desplante en público hacia sus empleados. Cuando las cosas se ponían tiesas con los clientes, mis jefes jamás tenían dudas: se ponían ponerse a nuestro lado. Eran más de felicitar en público los éxitos y corregir los errores en privado. Y siempre con respeto. Siempre con exigencia.

Eso se ve y se nota cuando te sientes en una empresa así, no hay duda.

Esa empresa, formada por unos chavales donde había más entusiasmo que preparación, resultó clave esa motivación que percibías de tus superiores: y esa empresa resulto ser una de las más innovadoras y rentables de la internet en España. De ahí salieron proyectos como Infojobs, Softonic, Neurona o amigos que luego fundaron empresas como Atrapalo. También salieron emprendedores muy reconocidos y por los que, en principio, nadie hubiera apostado ni un duro por ellos.
Fueron años increíbles donde no nos temblaba el pulso para asumir retos. Sabíamos de nuestra inferioridad en conocimiento pero nadie nos ganaba en entusiasmo. Nos sabíamos respaldados por nuestros superiores que nos animaban constantemente a seguir a pesar de los partidos perdidos. Y al final del campeonato, el resultado fue brillante. Muy brillante.

No me sé estas batallitas Jordi, pero el día que nos veamos me las cuentas.

Y os puedo asegurar que ninguno de nosotros éramos Messi o Cristiano Ronaldo. Es más, si tuviera que poner una comparación, diría que nos parecíamos más a Salva Sevilla.

He jugado y he entrenado equipos en que el "niño de los azotes" vivía como una alma en pena siendo el  blanco de todos los males del universo. Dudo que en un equipo de profesionales se trate a alguien así. Lo que pasa es que los de la grada no somos profesionales de esto y nos duelen ciertas actitudes. Pero de ahí a silbar, yo personalmente trato de tener unos instantes entre el estímulo y la respuesta, y hasta ahora decido no silbar a los que me apoyan o defienden aunque a veces no sean los más afortunados. Y para terminar, eso no se aplica si el elemento a juzgar se pone a hacer butifarras, o escupirte o "salludarte".....







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