22 abril 2017

Otro día fuera de la cueva



En una semana llena de emociones muy diversas y que aún no ha terminado, hoy me ha ido de perlas el artículo escrito hce poco sobre las redes sociales.

El viernes, cuando dejaba ya un excel que no me explicaba por qué una suma era 508K y otra 531K cuando tenían que dar lo mismo, me he relajado haciendo el navegante disperso, hasta que ha aparecido un mensaje directo triste, de uno de esos a los que no ves desde hace muchos años pero mantienes el contacto, aunque solo sea para que tú le llames chavalín y él te lame capi en algún comentario o en nuestros respectivos cumpleaños.

He tenido por instantes una sensación de que volvía a llegar tarde, de modo parecido a lo que me pasó con la Presi. Tocaba recuperar y saludar a esa familia, y aunque sea llegando en el último segundo ("eso ya tenías costumbre de hacerlo en el campo", me ha soltado el mayor) allí hemos estado aunque solo fuera para saludar.

Más allá de los grandes recuerdos con toda aquella familia, he sido feliz de poder compartir con ellos esos pocos minutos. Puede que no viniera acuento despues de tantos años, era una de las dudas mientras me dirigía allí, pero tener ese mensaje era mi pasaporte, pasara lo que pasara o pensara lo que pensara despues.

Y luego. es evidente que, para mí ha sido una nueva prueba de que, igual tengo que regular mi tiempo en redes sociales, priorizar lo que es prioritario y perder menos tiempo en lo que no. Pero dejarlo no, porque gracias a ello no me puedo perder lo que me acaba de pasar.

En memoria de aquella sufridora que veia mayormente cómo sus 
hijos recibían más de la cuenta por ser más buenos de la cuenta.






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